#6 Cuando los zapatos aprendieron a diferenciar pies
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Durante siglos, ponerse los zapatos era fácil… demasiado fácil. No había que pensar qué pie iba en cada uno porque ambos eran idénticos. Los zapateros europeos fabricaban calzado “recto”, lo mismo servía para el izquierdo que para el derecho. La ventaja era que nunca te confundías; la desventaja, que tus pies terminaban sufriendo como si hubieras hecho un maratón medieval.
El confort era secundario. Lo importante era que el calzado aguantara y, de paso, que los callos fueran un símbolo silencioso de resistencia. Ampollas, rigidez, dolor… todo formaba parte del “paquete” de llevar zapatos en la Edad Moderna.
El cambio llegó hacia 1817 en Filadelfia, cuando el zapatero William Young tuvo la osadía de fabricar zapatos diferenciados para cada pie. Poco después, también en Filadelfia, los hermanos Plumer empezaron a producirlos en serie. Al principio, la gente los miraba con recelo. ¿Por qué complicarse distinguiendo pies si toda la vida habían calzado lo mismo? Era como si alguien te ofreciera un tenedor con más púas de lo habitual… raro y sospechoso.
Pero una vez probada la comodidad, la moda se impuso. La alta sociedad lo adoptó como símbolo de distinción y, poco a poco, llegó a todos los armarios. La transición fue tan radical que incluso surgieron sátiras en la prensa, ridiculizando a los “perezosos que no sabían ponerse dos zapatos iguales”. Curiosamente, eran los mismos que pronto se convertirían en sus clientes más fieles.
Curiosidades:
👞 En la Antigua Roma ya existían sandalias diferenciadas, pero la costumbre se perdió en la Edad Media y Moderna.
🇺🇸 Los Plumer de Filadelfia fueron pioneros en producir zapatos “izquierdos y derechos” en masa en 1820.
🧦 La adopción general tardó décadas. Hasta 1850 era común encontrar calzado recto en Europa.
📩 Reenvíalo a ese amigo que siempre se pone las zapatillas al revés. Quizá descubra que hace siglos eso era lo normal.
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